El Dios de todo consuelo. Sobre como manejar las perdidas y elaborar los duelos

Texto: 2 Corintios 1:3-4
2Co 1:3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación,
2Co 1:4 el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que también nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción, dándoles el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios.

Introducción
Cada uno de nosotros piensa que su vida es única e irrepetible. Cada cual piensa que sus experiencias son tan particulares que el resto de la humanidad nunca podrá comprenderlas a cabalidad.
Explica que cada persona experimenta su dolor como una experiencia única, irrepetible y, en ocasiones,inescrutable. Sin embargo, la vida tiene constantes. Hay experiencias que hermanan a toda la humanidad, porque todo ser humano pasa por ellas. Una de esas experiencias es la pérdida.
Sí, todos los seres humanos experimentamos pérdidas.
Sí, todos los seres humanos nos separamos involuntariamente de personas, objetos o condiciones amadas.
Los tipos de pérdidas
Existen seis tipos básicos de pérdidas. Estas son:
1. Pérdida material: Se refiere a la pérdida de un objeto o la separación de un lugar significativo para nosotros. Por ejemplo, usted puede perder una sortija heredada de su madre o puede mudarse del lugar donde ha sido feliz.
2. Pérdida de un ser querido: La muerte de un ser querido implica que ya no tendremos oportunidades para relacionarnos con una persona, hablar con ella, compartir con ella, besarla o hacerle el amor. La persona ya no estará presente física o emocionalmente para nosotros. La muerte de un ser querido es la forma más radical de este tipo de pérdidas.
3. Pérdida de un amor: Nuestras relaciones con otras bien pueden llegar a su fin. Al igual que la muerte, la ruptura de una relación amorosa implica que ya no tendremos oportunidades para hablar con esa persona o para tocarla. Hasta cierto punto, es mucho más difícil sobrevivir la ruptura de una relación amorosa a sobrevivir la muerte de un ser querido. El rechazo de una persona amada a la que tenemos que ver constantemente es mucho más duro que la muerte de una persona que correspondía a nuestro amor.
4. Pérdida de imagen propia: En distintos momentos de la vida, nuestra imagen propia cambia. Comenzamos a pensar sobre nosotros mismos de manera distinta. Comprendemos que la forma como nos veíamos a nosotros mismos era falsa; que no somos tan buenos, tan fuertes o tan audaces como pensábamos. También perdemos parte de nuestra imagen propia cuando no logramos alcanzar alguno de nuestros sueños o de nuestras metas en la vida.
5. Pérdida de funciones físicas: Se refiere a la pérdida de habilidades físicas. Incluye el deterioro gradual de funciones tales como la vista o la audición. También incluye la pérdida catastrófica de funciones debido a accidentes o condiciones de salud.
6. Pérdida de roles sociales: Cuando cambiamos de condición social o cuando nos retiramos de nuestro empleo, perdemos un rol social. Cambiamos de roles cuando pasamos de ser estudiantes a obreros; solteros a casados; profesionales a personas retiradas. Cada cambio nos lleva asumir un nuevo rol sino que también nos obliga a dejar la condición anterior. Esos cambios puede producir desorientación, ansiedad y, por lo tanto, angustia.
Variables que acentúan las pérdidas
Existen variables que pueden hacer la pérdida más aguda o más llevadera. Las pérdidas pueden ser:
1. Evitables e inevitables: Algunas pérdidas pueden evitarse, mientras que otras no se pueden impedir. Aunque parezca extraño, es más fácil recuperarse de una pérdida inevitable que de una que hubiéramos podido impedir.
2. Temporeras y permanentes: Podemos tener pérdidas temporeras. Por ejemplo, hay personas que no pueden caminar por un tiempo o que se separan de su pareja por motivos profesionales. En medio de su pena, estas personas tienen el consuelo de que podrán recuperar lo perdido. El problema es que la ansiedad de recuperar lo perdido bien puede aumentar su angustia. Por su parte, las pérdidas permanentes son definitivas. Esto es un arma de doble filo que puede servir de consuelo—si pensamos que ya no podemos hacer nada para remediar nuestra pena—o puede dejarnos desolados.
3. Reales e imaginarias: Si bien todos tenemos pérdidas reales, hay personas que sufren a causa de pérdidas imaginarias. Este es el caso de una persona convencida de que su cónyuge la engaña, aunque todo sea una mentira.
4. Anticipadas y sorpresivas: En ocasiones, sabemos que vamos a perder algo con cierta antelación. Este es el caso de las personas que se retiran de los trabajos y de las que pierden seres queridos después de una larga enfermedad. La anticipación nos permite prepararnos para enfrentar la pérdida. Por su parte, las pérdidas sorpresivas nos golpean rápido y fuerte, dejándonos el corazón en carne viva.
5. Dejar o ser abandonado: A veces, otra persona toma la decisión por usted. A veces, usted toma la decisión por otra persona. Cómo uno sigue viviendo cuando la persona que le da norte a nuestra vida—nuestro padre, nuestra madre o nuestra pareja—toma la decisión de abandonarnos. Cómo uno sobrevive el sentimiento de culpa que produce dejar atrás a las personas que hemos amado tanto.

El proceso del duelo
Los seres humanos respondemos a las pérdidas pasando por procesos de duelo. Distintos teorizantes han tratado de definir el proceso. Después de mucho estudiar este asunto, he llegado a la conclusión de que el proceso tiene cinco etapas básicas. Estas son:
1. La negación: La primera reacción ante la perdida es negar su existencia. Nos decimos a nosotros mismos que esto no está pasando; que todo es una equivocación; o que es una broma de mal gusto. Al principio del proceso, podemos parecer insensibles. La gente piensa que nuestra calma de debe a la madurez con la cual enfrentamos la pérdida. Empero, en realidad se debe a que todavía no la hemos enfrentado a plenitud.
2. La frustración: Cuando nos ataca la realidad de nuestra pérdida, experimentamos mucha frustración. La pérdida deja un vacío que no podemos llenar inmediatamente. Nos cansamos de luchar contra ese vacío, nos cansamos tanto que nos frustramos. La frustración se expresa de dos maneras, una activa y otra pasiva. La ira y el enojo son manifestaciones activas de la frustración. La tristeza y la depresión son manifestaciones pasivas de la frustración.
3. La montaña rusa: Pasada la etapa de la frustración, comenzamos a sentir una ensalada de emociones. En un momento alto podemos estar en alta y en otro podemos estar en baja. Los días pueden pasar lentamente, pero también pueden pasar a toda velocidad. Continuamos experimentando vacío, ira y depresión. Empero, también podemos experimentar toda una serie de sensaciones, de golpe, a la vez, o de forma atropellada. Podemos experimentar:
a. Soledad
b. Aislamiento
c. Tensión
d. Miedo
e. Ansiedad
f. Vergüenza
g. Culpa
h. Desesperación
i. Somatización
4. La negociación: Con el tiempo, comenzamos a buscar alternativas. Quedarnos en la montaña rusa no es una opción. No se puede vivir permanentemente en un estado de desolación. Por eso, comenzamos a negociar con la vida, esperando respuestas a nuestro dolor. Esta es la etapa cuando la gente se acerca a la fe; cuando se hacen promesas a la vida; y cuando estamos dispuestos hasta a morir para salvar a un ser querido. Sin embargo, hay personas que toman caminos equivocados y terminan medicándose a sí mismas con drogas, sexo desordenado o alcohol. Hay personas que se quedan permanentemente negociando con la vida.
5. La aceptación: La única manera de terminar el proceso es aceptando la pérdida. La aceptación no quiere decir que dejamos de amar a nuestros seres queridos o que nos resignamos a la injusticia. Aceptar quiere decir dejar de pelear; dejar de pelear con la vida y dejar de pelear con Dios. Cuando aceptamos la perdida alcanzamos la paz.
¿Dónde está Dios en mi proceso de duelo?
La pregunta que se impone en este punto es: ¿Dónde está Dios en mi proceso de duelo? La respuesta a esta pregunta es clave para nuestra salud mental, emocional y espiritual.
Hay personas que viven convencidas que Dios es el culpable de su pena. Ven a Dios como un enemigo, como un genio maligno. No se explican por qué Dios ha permitido su pérdida.
Con todo respeto, les digo que las personas que piensan de esta manera están equivocadas. Dios no es la fuente de nuestro dolor. ¡Todo lo contrario! Dios es quien nos consuela en medio de nuestro dolor. Vea lo que dice Escritura:
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.
2 Corintios 1.3-4
¿Dónde está Dios en su proceso de duelo?
• Dios está a su lado.
• Dios está sufriendo con usted.
• Dios está sufriendo por usted.
• Dios está esperando que usted tome una decisión.
• Dios está esperando que usted acepte la pérdida.
• Dios está esperando que usted tome una opción a favor de la salud integral.
• Dios está esperando que usted decida ser feliz.