El Diezmo

1. Dios quiere bendecirnos
El diezmo es la puerta de acceso para el creyente hacia el pacto de bendición. Es decir, cuando tú comienzas en una comunidad cristiana a diezmar, hay un pacto de bendición que se empieza a abrir para ti. Recordemos que el diezmo es una ley espiritual. Así como hay leyes naturales establecidas por Dios, y que siempre tienen infaltable cumplimiento (por ejemplo, la ley de la gravedad), así también en la Sagrada Escritura Jesús nos ha hecho unas promesas, que con seguridad serán cumplidas. Una de estas promesas se relaciona con el diezmo:

“Den a otros, y Dios les dará a ustedes. Les dará en su bolsa una medida buena, apretada, sacudida y repleta. Con la misma medida con que ustedes den a otros, Dios les devolverá a ustedes” (Lc 6, 38).

Aunque es una ley espiritual originada en el Antiguo Testamento[1], ha pasado por todos los tiempos hasta llegar hasta nuestros días.
Profundicemos un poco. La palabra diezmo procede de una palabra hebrea: ma’aser*, que traduce: décima parte. También en griego hay una palabra empleada para referirse al pago de una décima parte: apodecato*. Tanto en griego como en hebreo significa lo mismo: pago o dádiva de una décima parte.
Cuando damos a Dios el diezmo de nuestros ingresos, este acto le permite a Dios actuar en nuestro favor, y bendecirnos. La Biblia contiene numerosos recuentos de hombres dando su diezmo a Yahvé. Dios es el creador de todo lo que hay, Él es el Rey de reyes y el Señor de señores, tal como lo confesamos diariamente en alabanza. Por lo tanto, como Rey de reyes y Señor de señores, ¿qué posee? Posee todo, a Él todo le pertenece. Nosotros simplemente somos administradores de los bienes que Dios nos ha dado.
“Donde está tu tesoro, allí está tu corazón”

“Todo lo bueno y perfecto que se nos da, viene de arriba, de Dios, que creó los astros del cielo. Dios es siempre el mismo: en él no hay variaciones ni oscurecimientos” (Santiago 1, 17).

¿Cuál es el propósito del diezmo? El propósito del diezmo es que nosotros demos a Dios una parte de lo que Él nos da (que, como ya hemos visto, es todo, pues a Él todo le pertenece), para que nuestro corazón nunca esté fijado en las cosas que Él nos ha dado, sino en el Dador.
Cuando di esta enseñanza en la Comunidad, para quienes están terminando el seminario de Vida en el Espíritu, me iluminó tanto esta última frase, puesto que el diezmo nos disciplina para que siempre estemos pensando, no en las riquezas que el Señor nos da, sino en Él que nos las distribuye: es un principio para estar siempre aferrados a Dios. Sobre todo en una sociedad como la de hoy, tan materialista, en una sociedad que estimula a las personas en búsqueda del éxito a cualquier precio, que acrecienta el ego, que enseña que lo de uno es lo de uno. Quién creyera que el diezmo, que es algo tan sencillo, algo que tiene que ver con el dinero, nos pone de rodillas ante el Maestro. Demostrándole a Jesús que Él es el importante, y no lo que nosotros conseguimos o tenemos. Así no nos estamos fijando en las creaturas, ni en lo que hace Dios en las creaturas, sino en Dios mismo que es el Dador, que es el Creador.
Hay un texto bíblico que nos recuerda un importante principio espiritual: “Pues donde esté tu riqueza, allí estará también tu corazón” (Mateo 6, 21). Por lo tanto, si nuestra riqueza está cifrada en las cosas materiales, ¿dónde estará nuestro corazón? El diezmo nos disciplina, nos educa el carácter, para que nuestro corazón no esté en lo que nosotros nos ganamos quincenal o mensualmente. Nuestro corazón debe estar en el Dueño de todas las cosas.
2. Una ley que permanece
Podríamos preguntarnos: ¿no es el diezmo solamente para los tiempos del Antiguo Testamento? ¿No es una práctica que por la muerte de Cristo en la cruz haya sido abolida? Pero encontramos también en el Nuevo Testamento cómo aún Jesús nos habla al respecto. También San Pablo nos habla muy claramente de la necesidad de ofrendar a la Iglesia. (Mt 10, 10; Lc 10, 7; 1 Cor 9, 13 -14; 1 Tim 5, 18). San Pablo tuvo que organizar colectas varias veces en sus travesías, y dar recomendaciones para esas colectas. Además dice que debemos dar con alegría:

“Acuérdense de esto: El que siembra poco, poco cosecha; el que siembra mucho, mucho cosecha. 7Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, y no de mala gana o a la fuerza, porque Dios ama al que da con alegría” (2 Cor 9, 6-7).

Hay tres aspectos obligatorios para un judío: el ayuno, el sacrificio y la oración. Jesús criticaba a los fariseos, porque hacían todo esto para que la gente los viera.

“¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que separan para Dios la décima parte de la menta, del anís y del comino, pero no hacen caso de las enseñanzas más importantes de la ley, que son la justicia, la misericordia y la fidelidad. Esto es lo que deben hacer, sin dejar de hacer lo otro” (Mateo 23, 23).

Cuando Jesús hizo esta reprensión, les recordó lo que debía estar primero en el corazón del creyente, pero no les dijo que debían dejar de pagar los diezmos.
No podemos, pues, sostener la idea de que el diezmo es una práctica abolida. Quizá ha sido malinterpretada, o no hemos tenido una teología clara sobre el diezmo, pero es algo que hace parte de la enseñanza de la Iglesia. El catecismo nos da una norma, recordando el mandamiento de la Iglesia de ayudar con ofrendas y diezmos al sostenimiento del culto:

“El quinto mandamiento (ayudar a la Iglesia en sus necesidades) señala la obligación de ayudar, cada uno según su capacidad, a subvenir a las necesidades materiales de la Iglesia (cf. CIC can. 222)” [2]

¿El diez por ciento?
Yo estoy convencido de que lo que hay que pagar es el diez por ciento. Muchas personas pueden decir: “¿Diez por ciento? ¡Qué exagerado! Si la Iglesia dice que uno debe pagar un día de salario al año”. Yo le digo a esa persona: ¿Cuánto te quieres ganar? ¿Quieres vivir bajo maldición o bajo bendición? Si uno se contenta con lo mínimo, pues va a estar atado toda la vida a recibir lo mínimo. Entonces, paga sobre lo que quieres recibir. Tengo el testimonio de una persona que llega a mi parroquia siempre el primero de enero. Y entrega sus diezmos y dice: “esto es lo que yo quiero recibir del Señor”, y son unos diezmos significativos. ¿Por qué? Porque quiere comenzar cada año bajo bendición.
La Iglesia ha tenido que reducir muchas obligaciones y deberes de nosotros como cristianos, porque lamentablemente tenemos un corazón duro para rendirnos al Señor en todas las áreas de nuestra vida, incluida la económica. Si crees que el diezmo es una imposición muy alta, de los tiempos del Antiguo Testamento, recordemos que el modelo de vida del Nuevo Testamento, practicado por los primeros cristianos y que debiera ser nuestro modelo, es aún más exigente:

“Todos los creyentes estaban muy unidos y compartían sus bienes entre sí; 45vendían sus propiedades y todo lo que tenían, y repartían el dinero según las necesidades de cada uno. 46Todos los días se reunían en el templo, y en las casas partían el pan y comían juntos con alegría y sencillez de corazón” (Hechos 2, 44-46)
“Todos los creyentes, que eran muchos, pensaban y sentían de la misma manera. Ninguno decía que sus cosas fueran solamente suyas, sino que eran de todos. 33Los apóstoles seguían dando un poderoso testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y Dios los bendecía mucho a todos. 34No había entre ellos ningún necesitado, porque quienes tenían terrenos o casas, los vendían, y el dinero 35lo ponían a disposición de los apóstoles, para repartirlo entre todos según las necesidades de cada uno” (Hechos 4, 32-35)
“La Iglesia ha fijado algunas normas para la gran masa de cristianos estableciendo un mínimo que es un día de salario al año… Obviamente los evangelizados no habrán de contentarse con estos mínimos, si se les enseña sobre su corresponsabilidad en la obra pastoral. El diezmo bíblico era la norma del pueblo de Israel. El Nuevo Testamento va mucho más allá. El amor supera la ley. La actitud del evangelizado buscará llegar a la comunicación cristiana de bienes: ‘Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo lo tenían en común… y no había entre ellos ningún necesitado’ (Hechos 4, 32,34)” [3]
3. Atrévete a confiar
¿Has puesto tu confianza en Dios? En Génesis 3, 15, hace unos seis mil años, Dios prometió que un día enviaría un Salvador. Te pregunto: ¿lo envió? ¡Sí! Envió a Jesús, y Jesús ha hecho una cantidad de promesas en el Nuevo Testamento. ¿Hoy en día nosotros vemos que esas promesas de Cristo se cumplen? ¡Sí! Pues entonces, la promesa de Dios de que Él iba a proveer (Yahvé Yiré: “Dios proveerá”, cfr. Génesis 22 14), de que aquél que diere el diez por ciento sería prosperado, también se cumplirá, con un rigor matemático. “Dios no es como los mortales: no miente ni cambia de opinión. Cuando él dice una cosa, la realiza. Cuando hace una promesa, la cumple” (Números 23, 19)
Ustedes y yo lo hemos leído y escuchado: en lo único que Dios nos ofrece que lo probemos es en cuanto a la ley espiritual de los diezmos. Si usted da el diezmo que corresponde al Señor, Él no tiene alternativa distinta a bendecirlo. Porque así lo ha prometido. Yo creo que todos debemos aceptar ese reto. Leamos el siguiente texto de Malaquías:

“Traigan su diezmo al tesoro del templo, y así habrá alimentos en mi casa. Pónganme a prueba en eso, a ver si no les abro las ventanas del cielo para vaciar sobre ustedes la más rica bendición. 11No dejaré que las plagas destruyan sus cosechas y sus viñedos. 12Todas las naciones les llamarán dichosos, porque ustedes tendrán un país encantador. Yo, el Señor todopoderoso, lo he dicho” (Malaquías 3, 10-12)

Prosperidad integral
Una de las cosas que he aprendido en los últimos días sobre el diezmo es que, cuando el Señor promete prosperarnos al ciento por uno, esta prosperidad no solamente es en el área económica. Es decir, el Señor prospera en dinero para que uno viva de forma honrada, pero también el Señor, por el pago del diezmo, nos bendice y multiplica espiritualmente. Como si dijera Dios: “yo les doy la platica y ahí los pruebo. Y si ustedes son capaces de administrar bien los bienes de la tierra, yo les podré dar a ustedes los dones del Espíritu, los dones del cielo”. Entonces a medida que administres bien los bienes de la tierra (su dinero) y pagues los diezmos, el Señor dirá: “a este hijo le puedo confiar también bienes espirituales, porque así como administra bien algo tan sencillo como el dinero, puede administrar también muy bien dones espirituales”. El que es fiel en lo poco lo será también en lo mucho:

“El que se porta honradamente en lo poco, también se porta honradamente en lo mucho; y el que no tiene honradez en lo poco, tampoco la tiene en lo mucho. 11De manera que, si con las falsas riquezas de este mundo ustedes no se portan honradamente, ¿quién les confiará las verdaderas riquezas? 12Y si no se portan honradamente con lo ajeno, ¿quién les dará lo que les pertenece?” (Lucas 16, 10-12)

También he observado en los últimos días que si como ministro (en el caso mío, que soy sacerdote) le diezmo al Señor, Él me prospera no solamente a mí, porque de todas maneras Él ya aseguró mi parte. Lo que Dios está prosperando ahora es la parroquia, mi ministerio. O sea, yo pago el diezmo de mi plata, pero el Señor me está devolviendo el dinero en los diezmos que dan las personas para la parroquia. He podido ver la abundancia del Señor proveyendo para la construcción, para la pintura del templo y todas las necesidades de la parroquia, en eso estoy reconociendo la prosperidad del Señor. Dios me ha bendecido abundantemente, siempre, de manera personal; y también está ahora bendiciendo las obras de nuestras manos (Deuteronomio 2, 7).
Dios ve por nosotros
La bendición del Señor siempre fluye, es Yahvé Yiré, el que provee. Me encanta esa palabra, proveer. Indica que Dios ve por nosotros.
Recuerden la historia del joven rico (Mateo 19, 16-30). Cuando Jesús lo vio con cariño (Marcos 10, 21) lo quiso invitar a un nuevo estilo de vida, dejando atrás todas sus seguridades materiales, pero el joven “se fue triste porque era muy rico”.
Aún los discípulos se sintieron muy asombrados al presenciar esto, tanto que el mismo Pedro le preguntó a Jesús:

“—Nosotros hemos dejado todo lo que teníamos y te hemos seguido. ¿Qué vamos a recibir?
28Jesús les respondió:
—Les aseguro que cuando llegue el tiempo en que todo sea renovado, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono glorioso, ustedes que me han seguido se sentarán también en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. 29Y todos los que por causa mía hayan dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos, o terrenos, recibirán cien veces más, y también recibirán la vida eterna. 30Pero muchos que ahora son los primeros, serán los últimos; y muchos que ahora son los últimos, serán los primeros.” (Mateo 19, 27-30)

Vemos, pues, cómo el Señor habla claramente de la gran prosperidad que podemos vivir al entregarnos completamente a Él, ¡hasta asegurarnos en el cielo la vida eterna! Noten, cuando empezamos a vivir el evangelio entre nosotros, cómo las cosas de cada uno empiezan a ser como de todos. Como sacerdote he experimentado, al entregar mi vida a Dios, cómo en muchas partes lo atienden a uno como si fuera la propia familia. He visto cómo se abre esa bendición para nosotros.
Que Dios ve por nosotros incluye una promesa impresionante, como parte del reto que nos lanza a través de Malaquías al invitarnos al pacto de bendición a través del diezmo: Dios reprenderá al devorador

“Reprenderé por vosotros al devorador, y no os corromperá el fruto de la tierra” (Malaquías 3, 11 (RV2000))

¿Y quién es el devorador? Satanás, el mismo que viene a robar, matar y destruir (Jn 10, 10).
Cuando se predica a las personas acerca del diezmo, cuando se les explica acerca de esta bendición reservada para ellas, y entienden y se deciden a vivir bajo esta ley espiritual, ¡hay que ver las liberaciones y sanaciones que se producen! Se rompen cadenas de esclavitud al trabajo, cadenas de codicia, del afán de poseer más. Cadenas que además producen enfermedades como gastritis, úlceras, estrés, problemas cardíacos… Jesús enseñó que no podemos servir a dos señores: o Dios o el dinero. El que decide servir al dinero se hace esclavo de este, pues entre más tiene más quiere tener, y así el enemigo le quita la paz. El que decide servir al Señor va a estar bajo esa cobertura espiritual, y Dios en cambio lo hace libre, lo llena de paz y además, como añadidura, le da la prosperidad y el dinero (Mateo 6, 25-33)
“Yo no doy porque no tengo”
Nos encontramos con una pregunta muy común: ¿pecamos cuando no traemos el diezmo al Señor? ¿Nos condenamos si no pagamos el diezmo? En el Nuevo Testamento no está claramente establecido que no traer diezmo es pecado. Basándonos en la ilustración proporcionada por Jesús en Marcos 12, 41-44, podemos ver que si tú no das el diezmo porque en realidad no tienes un ingreso no estás pecando; pero voy a hacerte una pregunta que ojalá toque tu corazón. ¿No te morirías de hambre si realmente no tuvieras nada que dar? O sea, la persona que dice: “yo no doy porque no tengo nada que dar” debe estar a punto de morirse. ¡Siempre habrá algo que dar! Siempre estaremos en la posibilidad de dar el diezmo. Miren el texto de Marcos: cuando yo lo leí en esta tónica me abrió la mente y creo que se las va a abrir a ustedes.

Jesús estaba una vez sentado frente a los cofres de las ofrendas, mirando cómo la gente echaba dinero en ellos. Muchos ricos echaban mucho dinero. 42En esto llegó una viuda pobre, y echó en uno de los cofres dos moneditas de cobre, de muy poco valor. 43Entonces Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo:
—Les aseguro que esta viuda pobre ha dado más que todos los otros que echan dinero en los cofres; 44pues todos dan de lo que les sobra, pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para vivir (Marcos 12, 41-44)

Jesús observa a los ricos trayendo esas ofrendas tan grandes, y luego ve a la pobre viuda que traía lo único que tenía para vivir. Con eso iba a pagar su arriendo, a comer ese día. Sin embargo, ella deposita sus dos moneditas. Y Jesús alaba la actitud de la viuda. ¿Por qué la viuda da todo lo que tiene? Porque ella conocía la Palabra de Dios, conocía la ley espiritual del diezmo y tenía la seguridad de que el Señor no la iba a abandonar. Siempre habrá personas preguntando, por ejemplo: ¿y si yo no gano nada porque soy ama de casa, no tengo sueldo; entonces no tengo que dar? Uno debe dar de lo que tiene.
El pecado consistiría en no dar, cuando en efecto tenemos. El pecado consistiría en poner nuestra confianza y esperanza en la basura de este mundo, en lugar de confiar en la Palabra y las promesas de Dios. Las estadísticas muestran que en Estados Unidos solamente el 20% de los cristianos diezman. El 80% queda sujeto a la siguiente represión. Les leo:

“¿Acaso un hombre puede defraudar a Dios? ¡Pues ustedes me han defraudado! Y todavía preguntan: ‘¿En qué te hemos defraudado?’ ¡En los diezmos y en las ofrendas me han defraudado! 9Sí, toda la nación, todos ustedes, me están defraudando, y por eso voy a maldecirlos. (Malaquías 3, 8-10).

No pienses tanto en aquello de lo que te vas a abstener, sino en todo lo que vas a recibir. Dios nos ha prometido abundancia de bendiciones y prosperidad, y yo quiero para mí abundancia, yo no quiero ser un mendigo de la gracia. Y he comprobado que se hace más con un 90% bendecido que con un 100% sin bendición.
También eres Iglesia, y miembro de una comunidad
Recordemos cómo hasta en el ministerio de Jesús, en su grupo de apóstoles, había uno encargado de la bolsa del dinero, aunque lamentablemente se tratase de Judas (Jn 12, 6; 13, 29). Ellos también recibieron las ofrendas de las personas, y seguramente así resolvían las posibles necesidades económicas propias de su ministerio.
Todos somos miembros de la Iglesia, de una comunidad, y como Iglesia y comunidad tenemos obligación de cooperar en la tarea evangelizadora. No podremos hacer una evangelización exitosa hasta que, entre otras cosas, nos detengamos de robar al Señor su diezmo. No te engañes creyendo que las moneditas que te sobran en el bolsillo y que echas en la bolsa de la ofrenda cuando vas al grupo de oración, o cada domingo en misa, constituyen un diezmo.

“Los miembros de la Iglesia son hijos y no súbditos. A los hijos no se les requiere una cuota porque son de la casa. Pero eso no significa que los hijos no contribuyan nada, al contrario. En la casa todos dan de corazón, según la necesidad y las posibilidades de cada uno. Es la medida de Jesús: el amor. El mismo se dio hasta morir en la cruz” [4]

¿Para qué se usan en la Iglesia los diezmos y las ofrendas?

· Para el sostenimiento de los ministros y otros obreros de la Palabra
· Para el pago de la renta, de las utilidades inmateriales
· Para enviar misioneros a las naciones
· Para proveer ayuda a los necesitados en la comunidad
· Para la formación y educación de sus miembros, y para la construcción de nuevas obras que amplíen el alcance del Evangelio.

Debes sembrar el diezmo en la comunidad donde estás recibiendo tu alimento espiritual, pues también eres responsable de contribuir a la evangelización. En la medida en que tú empieces a sembrar en fe en tu comunidad a través del diezmo, ten la seguridad de que empezarás a ver las bendiciones: para ti personalmente y para la misma comunidad. Veremos que la cobertura de maldición empieza a quitarse, y vamos a caminar en la bendición que el Señor nos ha prometido. Se nos ha dado la promesa, pero tenemos que dar un primer paso en fe para que la promesa se realice. Porque todo lo hace Dios, pero necesita del sí de nosotros.
¿Con qué frecuencia debe darse el diezmo? Tú lo decides. Puede ser mensual, o anual, o bimestral. Pero yo creo que lo más práctico es que apartes tu diezmo el mismo día en que recibes tu pago, ayudándote a crear un hábito y a no acumular deuda con Dios.


Después de todo, ¿qué pasa si no lo hago?
Los cristianos que no entran en ese pacto con Dios no necesariamente pierden su salvación. No es motivo de condenación, pero ellos no quieren ser más que mendigos de la gracia, cuyo tesoro y corazón están en las cosas materiales, en lugar de estar en las promesas de Yahvé Yiré, el gran proveedor. ¿Querrán vivir en la ruina, bajo maldición, o vivir disfrutando de los tesoros que Dios tiene prometidos para sus hijos?
Como todas las leyes espirituales que el Señor nos da, el Señor tiene un momento y una hora para cada uno de nosotros. Algunos seguiremos siendo duros para entregar nuestros diezmos, hasta que de pronto el Señor toque esa área económica que teníamos cerrada. Si alguien no ofrenda con confianza es mejor que no lo haga. Lo que das a Dios con amor bendecirá grandemente a tu comunidad y a ti mismo.

“Cristo no rechaza el diezmo pero enseña una referencia nueva: Dar ya no el 10% sino darse del todo por amor, sin contar el costo. En ninguna de las cuatro veces que el diezmo aparece en el N.T. (Mt 23,23; Lc 11,42; 18,12; Hb 7,2-9) se nos enseña a guiarnos por esa medida. La Nueva Alianza no se limita a la ley del 10% sino que nos refiere al ejemplo de Jesucristo que se dio sin reservas. Jesús vive una entrega radical y nos enseña que debemos hacer lo mismo… La Iglesia enseña la doctrina paulina sobre la obligación de los fieles de contribuir generosamente con las necesidades de la Iglesia según sus posibilidades, pero la manera en que lo hacen no esta definido por la ley. La medida es el amor y la capacidad de cada uno. (2 Corintios 9,7)” [5]

4. Algunos puntos importantes
a. ¿Hay diferencia entre diezmo y ofrenda?
El pago del diezmo no exime de las primicias y las ofrendas. Mientras que el diezmo tiene como destino principal el sostenimiento de la obra evangelizadora, y le pertenece a Dios, la ofrenda es algo que yo puedo entregar voluntariamente, y suele emplearse para atender otras necesidades esporádicas, o para ayudar a personas en situación de pobreza. La Biblia también nos habla de las primicias, lo que se refiere, por ejemplo, a los primeros frutos de una actividad productiva, y que se entregan en acción de gracias al Señor.
Si un hermano tuyo necesita algo y tú se lo puedes dar, luego de haber pagado tu diezmo, ¡despréndete de ello! Muchos hombres de la Biblia vieron tremenda bendición por su generosidad con hermanos en dificultades. Tobit, además de pagar cumplidamente sus diezmos, era generoso socorriendo a los más necesitados de su pueblo (Tobías 1, 6-8, 16-17), y el ángel Rafael elogia este gesto de caridad: “Dar limosna salva de la muerte y purifica de todo pecado” (Tobías 12, 9).
b. Mi tiempo también es regalo de Dios
Ese es un tema muy bonito, del que hablaba monseñor Alfonso Uribe Jaramillo. Así mismo como el Señor nos pide el diezmo del dinero también deberíamos ofrecerle el diezmo de nuestro tiempo, puesto que también Él es dueño y dador de este. Un diez por ciento del día son 2 horas y 24 minutos, aproximadamente 2 horas y media. Monseñor Uribe se refería a dedicar tiempo para la intimidad del diálogo con el Señor, tiempo de oración personal y en el que podríamos incluir nuestra visita al Santísimo, liturgia de las horas, etc. Este tiempo dedicado a mi encuentro personal con Dios es el fundamento de mi vida cristiana, y el camino para vivir en comunión con Él y recibir su unción para poder realizar la tarea que nos ha encomendado.
¿Te atreves a ofrendar de tu tiempo al Señor?
c. ¿Qué significa el diezmo para el Señor?
Muchas personas dicen: “bueno, ¿y Dios para qué necesita plata?” Al principio hablamos del propósito del diezmo, que busca que nuestro corazón nunca esté fijado en los regalos de Dios, sino en Dios que nos los da. Y de que Dios quiere probar nuestra fidelidad para tener el inmenso gozo de bendecirnos como a sus hijos que somos.
El diezmo es, pues, un acto de adoración y obediencia a Dios. Miremos este ejemplo. Cuando Abraham volvió victorioso de la guerra, dio al sacerdote y rey Melquisedec la décima parte de lo que había recobrado (Génesis 14, 18-20). Pero a su vez Melquisedec es imagen del sumo y eterno sacerdote que es Cristo[6] (Salmo 110, 4; Hebreos 7,17). En el Antiguo Testamento los levitas recibían el diezmo, que las personas llevaban en obediencia y adoración a Dios. Actualmente, al entregar tu diezmo a tu comunidad, a la Iglesia, es como si Dios mismo lo recibiera. Y al ver tu Padre como eres fiel en lo pequeño, te constituirá sobre lo grande.


[1] Desde tiempos anteriores a la ley de Moisés, ya Abraham (cfr. Génesis 14, 20) y Jacob (cfr. Génesis 28, 22) habían ofrecido el diezmo, y otros pueblos de la antigüedad practicaban esta ley como ofrenda a sus divinidades.
* Transliteración aproximada.
[2] Catecismo de la Iglesia Católica, # 2043.
[3] Tomado de: http://www.sinecentral.org/Aportacion%20economica.html Se accedió el 16 de abril de 2007
[4] Tomado de http://www.corazones.org/diccionario/contribucion_iglesia.htm Se accedió el 16 de abril de 2007
[5] Tomado de http://www.corazones.org/diccionario/diezmo.htm Se accedió el 16 de abril de 2007
[6] Acerca de la superior perfección del sacerdocio de Jesús y su relación con Melquisedec, ver el capítulo 7 de la Carta a los Hebreos.